Normas de estilo

Concepto

El origen de las normas es tan antiguo como el hombre que, en su afán de unificar criterios en los campos de sus actividades y experiencias, crea una normalización para todo, de ahí que la norma se extienda a todas las ciencias: documentación, física, química, economía, lingüística, lexicografía, etc.

El dato más antiguo de normalización se remonta a la época egipcia, dos siglos y medio antes de Cristo, con la medida de los ladrillos. Con posterioridad, en la época de la civili- zación romana, se establecen las especificaciones sobre las longitudes y los pesos de las cañerías para la conducción del agua. En el siglo XVI, se consolida en Europa la notación musical actual. Si bien es en el siglo XX cuando llega este esfuerzo normalizador universal a la cumbre y se funda en Londres, en 1946, el organismo normalizador mundial International Organization for Standardization (ISO).

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua recoge la palabra norma en su primera acepción como «regla que se debe seguir o a que se deben ajustar las conductas, tareas, actividades, etc.»; en sus acepciones 4 y 5 (lingüística), la define como «conjunto de criterios lingüísticos que regulan el uso considerado correcto» y «variante lingüística que se considera preferible por ser más culta». Asimismo, el Diccionario panhispánico de dudas recoge el concepto de norma como «conjunto de preferencias lingüísticas vigentes en una comunidad de hablantes, adoptadas por consenso implícito entre sus miembros y convertidas en modelos de buen uso».

La preocupación por seguir criterios unánimes en el lenguaje escrito nace con la imprenta. Uno de los primeros tipógrafos humanistas preocupado por fijar reglas fue Aldo Manuzio (1499-1515), al que siguió el francés Geofroy Tory (1480-1533), entre otros. En España, esta labor está representada por Elio Antonio de Nebrija (1441-1522) y su Gramática de la lengua castellana publicada en 1492. En estos autores ya se percibe una profunda preocupación por el uso de la lengua, el estilo, el léxico, la presentación, etc.

Análisis

Las normas internacionales en el campo científico no siempre son seguidas por todos los países e instituciones. Editoriales o entidades profesionales crean sus propias normativas, situación que provoca, en muchas ocasiones, que quien escribe no sepa a qué norma acudir. Buen ejemplo de ello es la normativa para referencias bibliográficas, que evidencia esta falta de acuerdo en cuanto al orden de los datos, grafía y puntuación.

Además de las normas más usadas en lingüística, como las de la International Organi­zation for Standardization (ISO), su equivalente nacional (UNE, 50-104-94), la Asociación Americana de Psicología (APA) y la Asociación Americana de Lenguaje Moderno (MLA), existen otras normativas que aplican diferentes fuentes, según el área de conocimiento, como son: el estilo Vancouver, utilizado en revistas de biología y medicina; el estilo Harvard, muy empleado en física, ciencias naturales y sociales; el estilo
Chicago en publicaciones no científicas; IEEE, en informática y electrónica, etc.

Diversas publicaciones responden a la necesidad de uniformar criterios relacionados con los escritos técnicos y científicos. Martínez de Sousa, desde un punto de vista profesional, las clasifica en tres categorías: códigos tipográficos (imprentas y editoriales), libros de estilo (publicaciones normativas) y manuales de estilo (publicaciones de determinadas profesiones, enriquecidas con normas de composición y disposición de los textos).

Los manuales y libros de estilo están dirigidos a todos los que participan en la comu- nicación escrita: profesores, investigadores, editores, periodistas, estudiantes o simplemente los interesados en aspectos lingüísticos. El manual de estilo más antiguo es el de la Oxford University Press (1893). En las últimas décadas, han aflorado diferentes publicaciones en español, sobre todo las dirigidas a colectivos concretos como la prensa, desde el Manual del español urgente de la Agencia EFE, que nace de la preocupación por conseguir un equilibrio entre un español vivo y actual y una lengua sin usos empobrecedores, hasta el de El País, el de El Mundo, el del ABC, el de La Vanguardia…; las emisoras de radio y televisión: RTVE, Telemadrid, Canal Sur…; o las orientadas a instituciones: Manual de estilo del lenguaje administrativo.

Los manuales de estilo generales de la lengua española, muchos editados por las universidades, constituyen una referencia para cualquier actividad o profesión. En ellos encontramos un lenguaje preciso, claro, prescriptivo y respuestas a las dudas, soluciones a los problemas o curiosidades, explicaciones y justificaciones, como es el caso del manual de referencia de la lengua española de Martínez de Sousa, obra de consulta fundamental para cualquier tipo de escritores y esencial en el campo científico. La información que ofrece un manual de estilo es de todo tipo: símbolos, números, unidades de tiempo y medida, topónimos y orientaciones sobre cómo redactar títulos, citas, referencias bibliográficas, etc.

 

 

Implicaciones

La Real Academia Española y las Academias Latinoamericanas y Norteamericana de la Lengua Española editan, en 1999, la Ortografía de la Lengua Española, actualizada y ampliada en 2011, que representa un esfuerzo considerable por unificar criterios y mantener al mismo tiempo la singularidad de cada país. Su objetivo prioritario ha sido el de velar para que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebre la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Teniendo en cuenta que la ortografía es el conjunto de normas que regula la escritura de una lengua, su corrección y fluidez oral y escrita son claves para la enseñanza y la comunicación. Se entiende por corrección la ausencia de errores y por fluidez la habilidad de procesar la lengua con espontaneidad y coherencia, sin titubeos o pausas y a una velocidad adecuada, que permita expresarse con facilidad.

La corrección no se limita a la gramática normativa, puesto que abarca el léxico, la fonética, la ortografía, el estilo, etc. Asimismo, en la corrección hay que tener en cuenta la estructuración, la adecuación, la coherencia, la cohesión y la claridad.

Desde el punto de vista didáctico, la labor de un profesor es la de rectificar las desviaciones de las normas lingüísticas que cometen los estudiantes en el proceso de aprendizaje de una lengua.

Los errores se pueden clasificar atendiendo a diferentes criterios:

• al mensaje: son los errores que entorpecen la comunicación: entonación inexpresiva o errónea, pronunciación defectuosa, codificación o decodificación errónea, desinformación sociocultural…;

• a la forma: como los errores de adición, de colocación falsa, de omisión, de selección falsa, de redundancia, etc.

Aparte de estos errores, hay que tener en cuenta los errores transitorios, provenientes de dialectalismos; los esporádicos y los habituales, procedentes de vulgarismos, y los permanentes.

K. Johnson (1988) enumera una serie de condiciones para llevar a cabo la corrección de errores: reconocer la importancia del error; ser consciente de haberlo cometido; sentir el deseo de corregirlo; practicar la forma lingüística correcta inmediatamente en situaciones reales de comunicación. A lo que se puede añadir que cualquier corrección ha de ser una actividad diaria en el aula, tratada con normalidad e inte- grada dentro de las unidades didácticas que se impartan.

Las correcciones se pueden clasificar en los siguientes tipos:

corrección colectiva: el error lo comete la mayoría;

corrección cooperativa: los alumnos estudian y analizan entre ellos los errores;

corrección individual: profesor-alumno o profesor-profesor;

autocorrección: reflexión y capacidad de corregir los propios errores.

Hendrickson (1984) señala tres técnicas en el tratamiento del error: proporcionar la forma correcta de todas las producciones con anotaciones al margen; seguir un acercamiento selectivo adaptado al nivel de conocimientos: se escogen los errores más significativos; seguir un acercamiento de descubrimiento del error. A partir de esta distinción propone dos tipos de intervención correctiva: directa (se da el error y la solución) e indirecta (evidencia el error sin proponer soluciones). En el primer caso, actúa de la siguiente forma: subrayar la palabra o estructura errónea proporcionando indicaciones metalingüísticas, poner entre corchetes una palabra mal colocada e indi- car el lugar apropiado, tachar una palabra superflua y proporcionar la forma correcta de una palabra o estructura errónea. En el segundo caso, sugiere: señalar un error ortográfico o morfológico, rodear con un círculo la palabra inapropiada; insertar una flecha para cada omisión y añadir un signo de interrogación al margen de una frase que no se entienda.

Hoy día, los programas informáticos proporcionan herramientas de revisión eficaces en ortografía y gramática, que permiten que el profesor pueda anotar comentarios al margen del texto, pero también presentan inconvenientes. Los ordenadores son muy útiles para una primera corrección (acentuación, concordancia, baile de letras…), pero, por ejemplo, no distinguen el contexto (baca, vaca) o la tilde diacrítica (si/sí; de/dé; se/sé), etc. Por ello, esas correcciones posteriores tendrán que correr a cargo del que escribe, quien deberá consultar todas aquellas dudas que le surjan. Para este fin disponemos, entre otros, de dos diccionarios normativos en línea imprescindibles para mejorar el conocimiento y el dominio de la lengua española, y para resolver dudas concretas: el Diccionario de la lengua española, en su vigésima segunda edición, y el Diccionario panhispánico de dudas. Este último da respuesta a las dudas más habituales que plantea el uso del español en los planos fonográfico, morfológico, sintáctico y lexicosemántico.

 

 

Referencias

American Psychological Association, APA, 2012

Gómez Torrego, L. (2002), Nuevo manual de español correcto, Madrid: Arco Libros.
Harvard System of Referencing Guide, http://www.libweb.anglia.ac.uk/referencing/harvard.htm  

Hendrickson, J. M. (1984), «The treatment of Error in Writen work», en McKay, S.
(ed.), Composing in a Second Language, pp. 145-159, Rowley, Massachusetts:
Newbury House Publishers.

Martínez de Sousa, J. (1999), Diccionario de ortografía técnica, Madrid: Fundación
Germán Sánchez Ruipérez. Martínez de Sousa, J. (2000), Manual de estilo de la lengua
española, Gijón: Trea.

Normas ISO, referencias bibliográficas, 2012

Real Academia Española (2010), Nueva gramática de la lengua española, Madrid:
Espasa.

Real Academia Española (2011), Ortografía de la lengua española, Madrid: Espasa.

The Modern Language Association of America (1999), Handbook for Writers of
Research Papers, Gibaldi, J. (ed.), 5.ª ed.

Fecha de ultima modificación: 2014-03-25